El neerlandés dio una brutal exhibición, con caída incluida, para conquistar un arcoíris caro como pocos. Para colgarse el oro tuvo que descolgar a Van Aert, Pogacar y Pedersen. España,...
6 de agosto de 2023 (17:40 CET)
El panorama era el siguiente. Con el arcoíris en el horizonte, cuatro tipos de renombre pedaleaban hacia él. Uno era Mathieu van der Poel, que decepcionó en el Tour de Francia y que parecía no llegar en su plenitud. Otro era Tadej Pogacar, el gran derrotado en la lucha por el amarillo. Por allí también estaba Wout van Aert, papá que habrá acumulado en los últimos días tantas horas de sueño como antes en un solo día. Y el que falta es Mads Pedersen, un excampeón del mundo que casi siempre aparece en un segundo o tercer escalón de favoritos.
— Teledeporte (@teledeporte) August 6, 2023
Pero el ciclismo no son matemáticas. Da igual lo que haya pasado antes. Aquí ellos cuatro, y nadie más –ni siquiera Remco Evenepoel-, fueron los más fuertes de un Mundial que tuvo lluvia y sol y en el que hasta lució el arcoíris en el cielo. Qué estampa más maravillosa. Como maravillosa también fue la imagen de Van der Poel vestido con el maillot más hermoso del planeta.
Se lo mereció el neerlandés, que dio la cara, que estuvo siempre atento y que se movió a la perfección en el tablero de ajedrez que eran las calles –y, sobre todo, las curvas- de Glasgow, a las que llegaron no sin susto, pues la carrera tuvo que ser neutralizada cuando quedaban algo menos de 200 kilómetros de los 271 que componían un recorrido controvertido por su peligrosidad. Unos manifestantes pegaron sus manos al asfalto y la UCI debió parar la prueba durante casi 1 hora.
Una vez reanudada y ya entrados en el circuito, la tónica fue la dureza que pusieron los ciclistas en el circuito, empezando con el ataque de Julian Alaphilippe, seguido por el de Remco Evenepoel, que luego lo intentaría de nuevo, y hasta por los de Tadej Pogacar. También antes del definitivo lo intentó el propio Van der Poel, Todos ellos iban minando las fuerzas e iban seleccionando aún más el grupo. Por allí aún asomaban Ion Izagirre y Alex Aramburu -que acabaría decimonoveno-, los dos más activos de la selección española.
Hasta que a menos de medio centenar de kilómetros se hizo el corte definitivo, con los cuatro fantásticos. Por delante, Alberto Bettiol, que supo jugar sus bazas y que luego fue espectador de lujo del ataque definitivo de Mathieu. Justo cuando era cazado, el neerlandés se lanzó hacia la historia. Destrozó a Pedersen y Pogacar y abrió de patas a su inseparable Van Aert. Quedaban 22 km para la meta.
Al de Países Bajos ya no había quién le parase. Ni siquiera el infortunio. En una curva a derechas, cuando llevaba más de medio minuto de ventaja, perdió el control de su rueda delantera y acabó en el suelo, deslizándose hasta el vallado de su izquierda. Ni se miró. Tardó segundos en levantarse y emprender de nuevo un caminar que ya sí le llevaría hasta la gloria en un día que ya es historia del ciclismo. Por detrás, Van Aert sacó de rueda a sus contrincantes para hacerse con la medalla de plata. La de bronce, sorprendentemente, fue para Pogacar, que ganó el sprint a Pedersen. Vaya podio.
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