Jacopo Guarnieri, el último hombre de Caleb Ewan (1ª parte) - Ciclismo a Fondo
"Ganar le costaba poco. Su envergadura aplicaba una velocidad extrema". 17 de agosto de 2023 (10:00...
"Ganar le costaba poco. Su envergadura aplicaba una velocidad extrema".
17 de agosto de 2023 (10:00 CET)

"Babbo, no quiero que termine el verano", le dijo mientras trataba de saltar el yacente espumón de una ola que a él apenas le llegaban a la pantorrilla. "Hija, hay que saber disfrutar de cada momento", respondió sin soltarla de la mano.
Hoy ha salido a hacer un entrenamiento corto. Luego ha tenido una sesión de fisioterapia. La espalda aun molesta. Lo bueno de todo esto es que, si puede estar disfrutando de ella allí, frente al Adriático, es porque, hace ya casi un mes, tuvo que alejarse de uno de los grandes objetivos de la temporada. En el circuito de Paul Armagnac, justo cuando el pelotón entró como una furia en busca del sprint, Fabio Jacobsen cayó al suelo. Jacopo, que rodaba detrás de él, salió despedido de su bicicleta, cayendo sobre su espalda. Al tratar de incorporarse sintió la asfixia de un corazón que todavía latía con fuerza. Sentado sobre el asfalto se dio cuenta de que no pintaba bien. Se había roto la clavícula y tres costillas.
"Babbo, yo te voy a cuidar, no te preocupes", le dijo Adelaide al notar su cara contrariada. Jacopo sonrió. Afortunadamente estaba previsto encontrarse con su hija al final del Tour, por eso no le llegó a verle en el Hospital, aunque ella ya sabe que, como es ciclista, es normal verle de vez en cuando con algún hueso roto, como cuando se rompió la clavícula en 2019.

Decir adios al Tour de Francia en la cuarta etapa incluso le hizo sentir culpable, aunque sus compañeros trataron de meterle un poco de ánimo en la maleta. También Caleb Ewan, el sprinter para el que ahora trabaja. Luego se limitó a seguir el la prueba por televisión. Alternando sesiones suaves de rodillo con gruñidos. Con aspavientos sobre lo que hubiese hecho en una u otra etapa. Con la nostalgia de no haber llegado a París. Esa etapa es especial. Ganarla con Caleb hubiese sido increíble. Además, estaba previsto reunirse allí con su familia.

Mirar a Adelaide le relaja. Con tan sólo unos años más que ella, su padre, que querían que hicieran algo de deporte, le metió a él y a su hermano mayor a hacer ciclismo en la escuela local de Vizzolo Predabissi, la localidad Milanesa donde nació. Simplemente porque conocía al Director de la escuela y porque los equipos de fútbol, baloncesto o volley estaban terminando la temporada. Se hizo ciclista por casualidad.
Ganar le costaba poco. Su envergadura aplicaba una velocidad extrema. Tanto que, en 2005, tras terminar cuarto en un Mundial de ruta como junior, ya tenía un contrato para correr en Liquigas. Se lo gestionó Paolo Slongo, Director de la selección nacional femenina por aquella época. "Entrará en vigor en 2009, primero correrás unos años en amateur, para hacer el camino más fácil", le dijo.
Jacopo siempre había sido un tipo decidido, con carácter. Tanto que, en su segunda carrera como profesional, el Gran Premio Costa de los Etruscos, se atrevió a desafiar al sprinter de referencia de la época: Alessandro Petacchi. Sin dudarlo, se colocó a su rueda y cuando este arrancó, aun muy lejos de meta, se aferró a él. Jacopo sonrió. "Ahora lo remacho", se dijo. Pero Petacchi, al darse cuenta de que lo tenía pegado, imprimió un segundo acelerón tan fuerte que lo alejó de su rueda, obligándole a conformarse con la segunda posición. Aun así, la temporada se estaba dando bien, tanto que, en Agosto consiguió ganar su primer sprint en una de las etapas de la Vuelta a Polonia.

Sin embargo, tras 3 años en Liquigas, a Jacopo le entraron las prisas. A sus 24 años se sentía con opciones de capitanear un sprint. Hubo equipos que le ofrecían ser el último hombre. Astana le ofreció ser el primero, pero nunca le puso el treno. Se enroló en un fichaje erróneo con el que sentía perder la motivación pero al que puso remedio reinventándose como gregario de alguien muy especial para él. De Vincenzo Nibali le atrapaba su sencillez, su nobleza. Se conocían desde su etapa en el Liquigas.

Fue en esa época en la que le ayudó a ganar su primera gran ronda, la Vuelta a España de 2010. Sin embargo, a 5 días de disputarse el Tour de Francia de 2014, el equipo le dijo que finalmente le apartaba para incorporar a Maxim Iglinsky. Le privaron de acompañar a su amigo en el podio de los Campos Elíseos. Días después Iglinsky fue controlado positivo.