Domenico Pozzovivo, un tipo especial - Ciclismo a Fondo
En julio, durante la Vuelta a Castilla y León, se vio involucrado en una montonera que se saldó con dos costillas fracturadas y un neumotórax. Hace tiempo que perdió la cuenta de los huesos que se ha
En julio, durante la Vuelta a Castilla y León, se vio involucrado en una montonera que se saldó con dos costillas fracturadas y un neumotórax. Hace tiempo que perdió la cuenta de los huesos que se ha roto. Esta es la historia del veterano Domenico Pozzovivo, un tipo especial que antes de ser ciclista aprendió a tocar el piano y está a punto de finalizar su segunda licenciatura.
12 de septiembre de 2023 (11:00 CET)

Dicen que el ciclismo es un deporte rudo. De tipos famélicos alistados en una continua exposición al sufrimiento crónico. Un deporte de conversaciones cortas. De poca motivación intelectual. Podría no haber sido un mundo para él.
Subir el Stelvio en silencio casi parece extraño. Experimentar un balanceo acompasado sin sentir el griterío de los tiffosi. Hoy lo ha pedaleado a solas con un destino que, como en una etapa alpina, lleva años obligándole a subir y bajar. A arrancar y a parar. Tan cruel como elástico. ¿No hubiera sido mejor haber acabado con todo esto?
Desde hace unas semanas ya no le duele al toser, ni cuando hincha su pecho de aire al levantarse sobre la bicicleta. Ha coronado con buenas sensaciones. A cambio, en julio, durante la disputa de la Vuelta a Castilla y León, a pesar de que su experiencia intuyó una montonera, el corredor que le seguía no lo hizo, clavándole el manillar en un costado. Le rompió dos costilla y le produjo un neumotórax que tuvo que drenar en un Hospital durante 5 días a su regreso a casa.

Esta lesión es tan sólo una más. Hace tiempo que perdió la cuenta de los huesos que se ha roto. Costaría menos citar los sanos. Reconoce haberse partido muchas costillas, una clavícula, tibias, peronés, una pelvis, muñecas...aunque la más dura fue la que sufrió hace cuatro años cuando un coche le atropelló mientras entrenaba, rompiéndole el codo, la mano y muchos huesos de una de sus piernas. Ese día, con 36 años, pudo haber puesto fin a su carrera. Al menos, eso bramaron los medios de comunicación. A día de hoy, el médico que le implantó una prótesis en el codo aun no se explica cómo ha podido seguir siendo ciclista profesional.
Domenico ya tiene 40. No es el niño que antes de ser ciclista aprendió a tocar el piano. Aunque ahora ya no lo pueda hacer como antes. Aquel accidente le dejó sin sentido del tacto en varios dedos de una de sus manos. Aun así toca cuando puede. Si está inspirado evoca a Chopin, su compositor preferido. A veces lo hace en la recepción de los hoteles que separan las etapas en las Grandes Vueltas. Quien se lo cruza da con un tipo único. Sensible. De conversaciones largas. Cargadas de contenido. Lanzadas por alguien preocupado por la situación en Ucrania. Empapado en argumentaciones sobre la situación económica que vive el mundo. No en vano fue capaz de licenciarse con alta distinción en Economía política y, a día de hoy, esta a punto de conseguir su segunda licenciatura en Ciencia del Deporte. Tan sólo le falta la tesina final.
"Pozzo", como se le conoce en el mundillo, es un hombre menudo, de los escaladores. Su cara está curtida en muchas temporadas de esfuerzo. También rayada con 25 puntos de sutura. En cambio, sus ojos oscuros siguen mirando como los de aquel niño que, tras probar en la gimnasia rítmica y el fútbol, se hizo ciclista porque en bici podía explorar, viajar lejos de casa. Y porque se enamoró del Giro de la Basilicata, una carrera de juveniles que un día terminó enfrente de su casa.
Antes de eso lo que recuerda era ver llegar a su padre con las manos oscuras de estar arando hasta tarde. Un día se lo llevó con él, en el tractor, y le dijo que, aunque costara, debía sembrar con constancia, porque luego iban a llegar los frutos. Eso si, que mirara siempre al cielo, para hacer del clima un aliado al que intuir.

En los armarios de su memoria se agolpan muchos maillots. Vivencias amontonadas desde 2005, el año en el que pasó al ciclismo profesional mientras este comenzaba a desprenderse de la pegajosa sombra de la sospecha. Desde entonces, ha visto pasar generaciones de bravos ciclistas a su lado. Desde los que ganaban viejos hasta los veinteañeros que hoy ganan las Grandes Vueltas. Pero él, a su edad, ya no se deja impresionar por nadie. Bueno, por uno sí. Por un tipo de su generación que ganaba en todos los terrenos y que, pasando los años, seguía siendo incombustible. Y sobre todo porque, siendo quien era, Alejandro Valverde siempre le trató con cariño y sencillez.
Así es como trata a sus compañeros de equipo, sobre todo a los más jóvenes. Aunque a veces se sienta observado, porque cada uno de sus movimientos es una clase práctica. Saben que es experto en nutrición y entrenamientos. Tanto que se ha concentrado en altura en mil y un lugares diferentes, buscando siempre la perfección. Da igual que carrera vayan a correr. Él la habrá hecho ya, y conocerá la clave.
Pero, tras tantas vivencias, si le preguntan cuando fue feliz, " Pozzo" señalará sin titubear el 13 de mayo de 2012, cuando triunfó en la llegada al Lago Laceno en la octava etapa de un Giro de Italia soñado. Lo hizo arropado por sus tiffossi, sus paisanos, a los que pidió estar en el día que había marcado para recoger los frutos que su padre le enseñó a sembrar sobre su tractor.

A cambio, en todo ese camino, el que hizo y el que recorrió después, la mala suerte le tendió su fría mano demasiadas veces. El accidente de 2018 fue la vez que el destino le golpeó como mayor dureza. Por eso, cuando dos años después consiguió terminar el Giro de manera espectacular, el ciclismo volvió a hacerle sonreír. Aunque el año siguiente de nuevo le empujara a un Hospital. También el año pasado acabó la temporada con una tibia rota. Este 2023 ha dejado inacabado su última participación en el Giro, la 17, por culpa del COVID.
Aquello fue demasiado. No podía retirarse así. Era la motivación necesaria para seguir un año más. En su habitación el maillot del Intermarché Wanty se acurruca en una esquina mal doblado. El año pasado no llegó a un acuerdo con el equipo belga y se quedó sin equipo. Cumplió los 40 abrigado en incertidumbre hasta que la firma con su actual equipo, el Israel - Premier Tech le desvistió de sus miedos. Con ellos quiere afrontar su penúltimo gran objetivo, el de igualar al menos las 18 participaciones en el Giro de Wladimiro Panizza. Por qué no, de superarlo en 2025. "Pozzo" quiere seguir hablando. De su récord, de las noticias, de que las lesiones ya no golpean su flaca y rasgada osamienta. Conversaciones casuales en el hall de un hotel sentado sobre un piano mientras recuerda a Chopin con unos dedos que ya no palpan como antes. La vida de un tipo especial.